CON VIDA SIN VIDA
Razones
que no sabrán entender, explicar; cubren
nuestra existencia, somos seres al que respiran, quizá hasta sientan el crepitar
de nuestros dientes, cuando sabemos que no pasaremos de ser una escueta
tormenta: escurriendo cascadas de espantó
en las espaldas, estamos aquí en esperan de una luz. Siempre en la
oscuridad, cobijando una esperanza en lo ya perdido, desde siempre. Ni el de
reluciente vestido, ni el más negro de alas, nos han sacado de este mundo, en
el que nuestros huesos solo son polvaredas fantasmales.
“!nunca¡…déjame…
¡que me dejes!” su voz estrepitosa acaba de llamar la atención, todos al
unísono han volteado y reposan las
miradas sobre el cuerpo del muchacho, que sentado, según el brillo de sus ojos,
en un corredizo angosto y largo, de paredes frías, donde aparentemente todos caminan a prisa; unos, niños en brazos, niños
que se retuercen como endemoniados; hombres alicaídos, cuya mirada
perturbada brilla a todo momento sorpresa. Es un lugar colmado
de gritos desgarradores que escapan tras los ventiladores.
Una
mujer rechoncha avanza con firmeza, es
amable de rostro, Los ojos pequeños en exageración, como el peso que cuelga
bajo su vientre, su figura parece hablar de una caricatura humorística, todo en
ella es extremado, los pasos pequeños , pero rápidos, la boca tan roja como
minúscula “como esta mi hishito” habla, mientras su brazo gordo se acuesta
sobre el cuello del muchacho “toy bien
maaa…porque me traes aquí…sácame de aquí… ¡cállate!” cuelga de su pecho y como
un niño asustado, lloriquea sin remedio, zapateando en el piso “tranquilo mi
hishito” una idea superior a sus fuerzas reina sus movimientos y… veloz el
muchacho, con el rubor enrojeciendo sus mejillas, retira su cuerpo de la mujer,
que se halla despedida con tal fuerza
hacia atrás, que cae en el
pavimento, lentamente, regando sus carnes por el piso “que demonios estoy haciendo
aquí” sus rostro se enciende en rojo
vivo…le turba por un momento cuanto le rodea, el bullicio de eso críos salvajes
desgarrando el pecho de sus madres, desaparece; el corredor largo y angosto, no
mide más que unos metros, mira a quien sabe que es su madre, mientras algunas manos féminas con afán la devuelven al banco… el hombre
enfurecido, ya está escapando ¡de qué! Escaleras abajo se arroja y el retintín
de sus pasos aumenta su furor, inútilmente pretende escapar sin ser visto, ni oído…la
demencia se enraíza aun más, descubre como sus oídos enloquecen; con los motorizados clapsoneando sin tregua; los silbidos agudos de un
desperfecto mecánico o solo los miles de pasos tan desacompasados… el joven
siente al cruzar el umbral del edificio, que el aire como miles de hilos laser cortan su cuerpo en mil pedazos, sus
oídos avistan al mismo, mil conversaciones que viajan en el aire que respira y
expira , sus corazón se acelera como esas bocas en movimiento y esos gritos
desesperados…ni hablar como enloquecen
los ojos, la nariz y más sentidos, pero… él se pierde en algún mundo
mágico y luce tranquilo, lo era siempre, odiaba el bullicio , el gentío y todo
en masa, la soledad quería, espacio deseaba, el silencio veneraba y acaso no
fue entonces que su vida cambio o al menos eso deseaba ¡un cambio!... pero
nunca estuvo seguro de que quería cambiar, solo mutar. En esa tarde que por
infortunio, fue a encontrarse con aquella belleza, que ahora descansaba en la
fealdad de un descuido profesional… sino la hubiera dicho “quiero hablar
contigo…y no hables hasta que no haya terminado” y ella cándida en fingimiento,
con los oídos atentos, acostumbrada a galanteos, concebía como sabido lo que iba a decir el
muchacho… tantos años esperando para decir la idea que
maduraba a cada hora. “no quiero seguir siendo el tímido del salón” lo era,
poco de hablar, poco de quererse y mucho de amar a otros; era la plena
demostración de aquel que da amor, sin amarse. Poco le importaba su vida que consideraba un nada. Odiaba a su familia
desde que descubrió en biología: genéticamente estaba predispuesto a ser
grasoso y corto de tamaño. Entonces odiaba de noche sus carnes, como odiaba sus
padres, maldecía dentro de las sabanas su vida puerca, y es que era como le
llamaban en el colegio “porki”. Pero
quería cambiar… demostrar que una chica podría fijarse en él. Tal vez esto le
ayudaría a conquistar el amor para consigo “yoo…ooo… te..e..e hummmnnnn” apiñó los parpados fuertemente y había dicho “yo te amo” todo fue más fácil
después, las palabras casi poéticas, melifluas, caían de sus labios sinceros,
directo a los pechos y el rostro insensible de la muchacha, que fingía atención, sin embargo maliciosamente tejía
ponzoña… 5 minutos de tensión le volvieron liviano, a pesar de su peso. En un respiro profundo termino lo
que tantas horas le había llevado planear y practicar.
Tenue
descanso sus ojos sobre la mirada fría de la muchacha, esperando encontrar un
sí en su silencio desafiante, volvió a mirar
sus labios como cuando antes de empezar su discurso, y los notó entumecidos,
más aún cuando de tan bellos labios de
la muchacha, erosionaron volcanes, que
sus oídos no podían soportar, que sus cuerpo no podía resistir tal calor picante
“que gracioso eres… ¡óyeme bien porki pulga! Dile
ese montón de estupideces a una marrana,
crees que shyo…shyo… ¡imbécil nadie…
pero nadie se va fijar en alguien como
tú!...” ni ver el homicidio brutal de su madre, ni una masacre masoquista le
hubieran puesto así como era ahora, ni siquiera supo de lagrimas, ni de cólera,
solo era como la ausencia tan callada. El brillo de sus ojos opacó a morir, su
cerebro muerto, con el corazón apenas perceptible, hicieron que su ausencia se
prolongara por media hora, hasta que sus
pies empezaron a moverse. Llegó a casa y sólo estando bajo las sabanas se echó
a llorar amargamente, arañando su cuerpo, sangrándolo al instante. Golpeando su
vientre; con puños enfurecidos, arrancó
sus cabellos; quienes gritaron de dolor. Tres días encerrado, retando a la
fuerza e ira de su padre, resistiendo al cariño de su madre quejándose tras la
puerta. La mañana del cuarto día en la oscuridad de su sabana “fiax lux” se
hizo la luz en un extremos de su pensamiento, como de costumbre su madre golpeo
la puerta “shijito tienes que comer
algo… ¡por dios! Sal…es tu cumple shijito” complació a su madre, a la sed y al
hambre que devoraba sus entrañas.
El
día transcurrió sin más novedades que comer para saciar su hambre, curar sus
heridas y recibir las caricias de su madre, mientras esta le susurraba al oído
“cuéntame shijito que es lo que paso… porque no quieres contarme… tienes que
volver al colegio” pero el estaba tan
lejos de mente, que nada podía oír; se hallaba en un nimbo de colores salpicado,
en un mundo tan real como imaginario, robóticamente se alzo, calculando el
tiempo que le tomaría llegar al lugar, en la hora exacta, salió de casa, pese
al afán de su madre por retenerlo. Camino viendo una y otra vez el reloj, aceleró y pauso sus pasos hasta que
la noche empezaba a cubrir el día, nada decía, solo esa luz le guiaba el (fiax
lux) alumbraría la noche que ya estaba sobre él . Se detuvo y la ciudad brillaba a kilómetros lejos, como
una única estrella en el cielo, reposo sobre el grass húmedo, miró al
cielo y el brillo de un astro le recordó
a la muchacha, entonces una lágrima nació en sus ojos y se cristalizó al caer
en una hoja ¿Quién sabe porqué? Tendido bajo el cielo temblaba ¿Quién sabe
porqué? La noche profunda, densa descansaba sobre su pecho, hasta que algo le
hizo erguirse de un brinco, la alarma de
su reloj cortó la tenebrosidad y el silencio. Era media noche, hora perfecta ¿Quién
sabe para qué? El hombre alzo las manos al cielo y palabras que no entendí
profirió tembloroso, sentimientos que no percibí rasgaron su corazón, después
de cinco minutos sus pies como hielo al sol se derritieron, hundiendo su rostro
bajo el brazo, al caer.
Despertó
bajo las sabanas blancas de un hospital, le atemorizó de sobremanera el blanco
de las paredes, le recordó un sepulcro gigantesco, las flores en un florero le
aterrorizaron más aun, por alguna razón veía en ellas, las flores de un
panteón. Se levantó y… “shijto que haces… ¡quédate donde estas!... aquí estoy
contigo… nada te va a pasar” sus ojos no reflejaban la mirada sincera de días
atrás, sus movimientos, su voz parecían ajenos al “porki” del que tanto se burlaban. Omitió las
palabras de su madre y levantándose
abandono la cama con fuerza endemoniada, que nada podían hacer para retenerlo.
En la calle vio su cuerpo reflejado en un cristal y su mirada sincera volvió a
sus ojos “todo esta bien” pensó aturdido “estas porki” alguien dijo, miro su
redor con cautelo y nadie que le era familiar rondaba por ahí, sacudió su
cabeza con cierta cólera y volvió a oír
“estas porki”. Era tarde para amarse a si mismo… ¡estaban en él!.
diez
años sintiendo hambre, sed, diez malditos años esperando sentir una vez más,
solo una vez más, un cuerpo femenino bajo el peso de nuestro cuerpo. Tantos
años compartiendo vida de uno, la misma hembra para hacer el amor, el mismo
plato para comer, la ropa extravagante en los mismos colores brillantes.
Si
al uno de nosotros no se le hubiera ocurrido quemarse a muerte. Y pensar… sólo
por no compartir a la hembra que tan
loco le traía… no estaríamos en este cuerpo tan grasoso, pero mejor esto
aquello.
Las
cosas han cambiado entre los tres desde entonces, nuestros intereses son otros, será que aunque
si cuerpos hemos madurado, él dice que la maldad lo acarreo en la sangre, creía
eso de él, pero si tuviese carnes tal vez superaría a porki en compasión, sería
sin duda una monaguillo dedicado a la caridad, el tercero se cree mozuelo bello,
por quien las hembras se mueren,
reconozco que no es feo…es que ni de eso puedo hablar, nuestros cuerpos son
gaseosos… como quiera que sea, estamos aquí convidados por él…vaya suerte al
seguirle, pero nunca se sabe lo que pueda pasar al final…
Nada
volvió a ser como antes, él volvió al colegio armado un torbellino, fue expulsado,
claro está, por culpa del primero; internado en un seminario, por culpa del segundo; bofeteado por mil damas,
por culpa del último.
Ahora
parado en la calle solo por culpa suya “no puedo seguir…no quiero seguir llevando
esta vida…estas vidas… me están enloqueciendo” “¡qué dices! ¡De que hablas
hombre! tú me enloqueces” “crees que con ese cuerpo vamos a conseguir al menos
una… solo una… ¡eres un perdedor” “cállense!... ¡basta! no se cansa de hacer el
mal…” “pero de qué mal hablas… el único
mal aquí es porki” “shijito” la madre con el tobillo amoratado, acaba de bajar
las escaleras sin dificultad “te vas a
poner bien shijto… el doc. te espera … no te hará nada…solo vuelve conmigo
shjito” le toma de la mano, y el muchacho la aprieta con fuerza por lapsos “solo quiere hablar contigo… no te
hará daño… ni siquiera tendrás que tomar pastillas…por favor ahjito no me hagas
esto… no ves que me haces llorar ” la cabeza del muchacho es un hervidero de
voces que van y vienen sin descanso , sin sentido “no más” “que dices shjito”
“no mas estoy cansado de ustedes” “porque shjito…no digas eso tu pa y yo te queremos ” “voy a terminar con ustedes… ¡no! ¡no! ¡no!”
la madre hecha una esponja que después de absorber tanta agua la devuelve por los ojos en caudales mientras
guía arrastras al muchacho hacia el cuarto piso . al llegar al pasadizo, el muchacho ve al doctor asomando la cabeza
por la puerta del fondo, en ese momento uno de los tres acaba de recordar… aterrorizado, chasqueando sus dientes
descontroladamente … el inyectable en sus manos, la sangre abundante en su
rostro… no soy un asesino…” irrumpe en
pescuezo del muchacho “no eres hijito…se que nunca nos harías daño” la madre arrastra cojeando a su hijo, se que
nunca nos harías daño” la madre casi a rastras trae al muchacho, sin poder simular la cogerá de sus pies “ya no puedo más…” el
hombre sacude la cabeza, se suelta del brazo de su madre con gran impulso que
la rechoncha aúlla de dolor en el piso, el hombre corre hacia la ventana, que
parece gritar adivinando lo que va a pasar … “qué demonios haces… ¡no! ¡no!
¡no! ¡Sí!” la ventana cristalina en
miles de pedazos cae al vacio,
los vidrios puntiagudos cortan el aire que enmudece de miedo. El cuerpo del hombre levita en el aire por un segundo y cae
sangrando en los vidrios, abre los ojos que los ha tenido cerrados y ve su
silueta en los cristales del edificio de enfrente, y siente tanto asco como
cuando estaba debajo de sus sabanas hace años, su vientre prominente se
desangra a caudales “¡no! ¡no! ¡no puede ser!” chillan arañándole
la masa gris del cerebro. Todo vía
andante lo ha oído, detenidos mira miran aquel espectáculo de película. Un
descuidado al volante percatado del sonido ha volteado los ojos hacia arriba, e
instantáneamente ha cerrado los ojos, para nunca más volverlos a abrir. El tráfico
se ha detenido, el tiempo transcurre lentamente y el cuerpo del hombre se ve
suspendido por unos minutos, una atrevida, audaz ha corrido con su cámara en el
que está filmando todo, desde los primeros indicios de suicidio , la muerte
instantánea del taxista, y ahora justo debajo de la sombra del muchacho que
esta apunto de estrellarse en el pavimento,
y solo faltando tan poco, ha evitado que ese cuerpo de tres, se hunda en ella ,
la sangre mana torrentoso por el piso, la mujer tiene una gotas en su rostro,
pero le alegra tener la cámara en sus
manos, el suicida escapa de su cuerpo,
expulsado con arranque, junto a él los
otros tres cabizbajos lo siguen “ ¡acaso
eres un imbécil!” “es un imbécil” “¡basta!... no es culpa tuya… perdóname… pero
no sabía qué hacer… sólo quería un poco de agua” el suicida no encuentra
palabras, no encuentra la razón, no procesa en absoluto…nada, apenas y asimila
lo que está pasando, mira su cuerpo desangrado, voltea sus ojos al cuarto piso,
ve a su madre bufando como el demonio, con fuerza de mil búfalos.
“ ¡maldición!” el hombre muerto del volante, despide un puño furiosos que cae
en el rostro del muchacho “es culpa tuya que este muerto” le reclama resignado, en ese instante una
nube negra se aloja sobre su cabeza y lo consume inminentemente, se queja pero
ya no está a la vista de los cuatro suicidas, el muchacho lo recuerda “existe
vida después…” grita en sí mismo, sabe
que no ha obrado bien, espera que una nube negra como aquella descienda sobre él y los consuma, pero larga es la
espera y aún no llega, mientras los otros tres, sentados sobre la , codician la
vida que camina delante de sus ojos llorosos,
el hombre los ve y siente tanta ira hacia ellos, anda precipitado hacia ellos, “ ¡ustedes me han llevado a
esto… ¿Por qué aun estoy aquí…están aquí?!” con mucho fiasco el bueno de ellos responde “somos suicidas…esa
es la razón” se queda tieso sin
encontrar respuesta… con tantos enigmas en su rostro, con tantas contriciones
en su corazón…. Con tanta sed y hambre, pues ya pasaron tres días y su vientre
empieza a retorcerse de dolor, los miles de suicidas que caminan en la calle se
compadecen de él “le tomará tiempo… acostumbrarse”… los otros tres caminan tras
sus espaldas como recordándole su error… nunca lo abandonarán, seguirán tras él,
esperando que esa idea pequeña empiece a crecer, “tengo que buscar un cuerpo donde
refugiarme…Tengo Que Buscar Un Cuerpo Donde Refugiarme…TENGO QUE BUSCAR UN CUERPO DONDE REFUGIARME”…
son años los que han pasado y el persigue a los más tristes de esta vida, a los
desesperados, a los descontentos con su cuerpo…tantas personas que en algún
momento, con un poco de suerte dirán “te invito a mi cuerpo” y él estará ahí
para acatar tal orden.
Lo escribi hace un año...disculpen por los herrores...que pudieran haber... !UN ABRAZO!